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Reportajes

La historia pegada al pellejo: sobre ex-chile de Pepe Cuevas

Editorial UV publicó ex-chile. Antología poética (2021), de José Ángel Cuevas, libro que reúne cuarenta años de la producción del poeta y que incluye ilustraciones de Manuel Torres y textos de Soledad Bianchi, Jaime Pinos y Raúl Zurita. Conversamos con el editor Ernesto Pfeiffer y algunes colaboradores para conocer los detalles de una antología que confirma lo que ya anunciaba la revuelta: la poesía de Pepe Cuevas está cargada de futuro.

Por Rafael Cuevas

La hazaña mediática de Delight Lab al proyectar sobre Plaza Dignidad el verso «Destruir en nuestro corazón la lógica del sistema» poco tiene que ver con los furtivos orígenes de Pepe Cuevas (1944, Santiago) como escritor. Estudió Filosofía en el Pedagógico, donde formó parte del grupo América durante los sesenta. Ganó algunos premios, forjó amistades, cultivó el empuje de la UP. Pero su primer libro, Efectos personales y dominios públicos, salió recién en 1979 y fue hecho con urgencia, para que lo aceptaran en la SECH y así tener una suerte de respaldo contra los agentes de la DINA, que lo detuvieron para exigir información sobre el MIR. «Estaba solo y en mi desesperación junté poemas, los llevé a una imprenta frente a mi trabajo y me hicieron un libro amarrado con alambre», cuenta el mismo Pepe en un texto escrito en 2002 para La Calabaza del Diablo. Parte importante de su trabajo tendrá esa tónica: marginalidad, circulación de mano en mano, versos que reflejan con tozudez los sueños y derrotas de una generación, el Chile que se perdió y el Chile de la desmemoria.

Uno de los objetivos que se planteó el editor Ernesto Pfeiffer (Santiago, 1985) fue, justamente, dar cuenta de ese mano en mano.

—Me interesaba hacer un recorrido temporal por todas sus publicaciones, que se tuviera consciencia de que no era un poeta disperso, que había una columna vertebral. Mostrar esas editoriales en su marginalidad y falta de circulación: una historia de Chile a través de la historia editorial. De ahí que el criterio haya sido respetar las primeras ediciones, a excepción de erratas evidentes.

El proyecto empezó a gestarse el 2017 con la misma intención de poesía reunida que la UV venía trabajando. Pero antes que seleccionar poemas, el desafío fue recolectarlos: los libros de Pepe no estaban. «La pesquisa fue lo más difícil que me ha tocado», dice Pfeiffer y pone sobre la mesa libros editados en los ochenta por Gráfica Marginal (de Manuel Torres), en los noventa por América del Sur y en la década de 2010 por Vox, en Argentina.

—Por ejemplo, Contravida e Introducción a Santiago, que editó Manuel. Yo no lo conocía, lo terminé contactando por Facebook. A todos los libreros los tenía buscando. Te diría que fueron tres años de búsqueda y después vinieron las conversaciones con Soledad Bianchi, que fueron fundamentales para armar la selección, pero no quiso que la pusiera en los créditos.

Afiche de Manuel Torres, de Gráfica Marginal.

Pfeiffer destaca el trabajo colectivo no sólo con la gente de la editorial, sino también con gente cercana a Pepe, tanto por afinidad como por afecto: Bianchi, Pinos, Torres.

—Yo empecé a buscar el «Destruir en nuestro corazón…» y no estaba en ninguno de los libros publicados. Descubrí que John Uberuaga, de Hebra Editorial, había publicado una antología que se repartió en las marchas pingüinas y que incluía el poema. Llegué al dato de que Jaime se lo había propuesto a los de Pésimo Servicio y que así el poema llegó a ser proyectado por Delight Lab. Jaime me dijo que la primera edición fue una hojita volante que hicieron en 2002 en La Calabaza. Me mandó fotos porque no tenía ejemplares y esa fue la versión que incluimos. Es divertido porque Pepe tiene una obsesión con Jaime, siempre pregunta por él: «Y Jaime Pinos, ¿dónde está?». Yo creo que le tiene harto cariño porque le dio bola ya desde la época de Calabaza.

Pfeiffer no recuerda los últimos libros que encontró, pero sí recuerda que se los llevó de La Sebastiana un día lluvioso y que Pepe llegó a firmar el contrato intoxicado tras comerse una arepa. El proceso fue arduo. El libro tuvo varias versiones. Cada una revisada por Soledad Bianchi (a quien, en principio, sólo se le pidió escribir el prólogo), cotejada con los manuscritos por Arantxa Martínez, para que luego Gonzalo Catalán incorporara cualquier cambio en la diagramación.

—Todas las obsesiones pandémicas se volcaron aquí. Me desvelé montones de veces pensando si estaba un poema o no, en algo que Soledad me había dicho o en qué pensaría Pepe. La idea también era que la selección incluyera los poemas mencionados en los ensayos.

El libro está lleno de detalles que Pfeiffer describe con entusiasmo. Hay chistes internos en la elección de ilustraciones para cada libro; la tipografía de los títulos es a máquina, en referencia al padre de Pepe, que arreglaba máquinas de escribir; el negro se ocupó ampliamente para dar una estética de fotocopias; el marcapáginas rojo fue escogido de un muestrario en la imprenta misma; hay notas del autor en el reverso de cada portadilla; el colofón es un dibujo que hizo el hijo de Pepe y que también está en la primera edición de Introducción a Santiago. Muchas fueron las portadas, muchos los colores, muchas las gentes, hasta llegar al libro.

Corazones aledaños

Soledad Bianchi (1948) no conoció a Pepe Cuevas en el Pedagógico que les era común, entre jolgorios, disputas políticas y personajes magnéticos como Juan Rivano. Espacios que tras el Golpe se cargarían con una atmósfera de opresión y miedo. Bianchi viajaba desde Santiago a la Católica de Valparaíso dos veces por semana para hacer una clase que le permitía salvar el trabajo, a pesar de estar suspendida y «aterrada, sin saber quién era alumno y quién era delator». Gracias a que una exMAPU y académica puesta a cargo respondió por ella a los cuestionamientos de Inteligencia Naval y negó su militancia, Bianchi pudo seguir trabajando, a la vez que hacía de correo clandestino entre la capital y el puerto para la familia Morris Barrios, «siete u ocho hermanos, todos comunistas, el padre estaba asilado en la Embajada alemana por haber escondido a Corvalán». Poco tiempo después tuvo que exiliarse en Francia junto con su compañero. Fue allí donde escuchó hablar de Pepe Cuevas.

—Yo era comunista y pertenecía al consejo de redacción de Araucaria. Un día fue el Mono Olivares de visita a la casa de Waldo Rojas, que también estaba exiliado. Yo estaba trabajando sobre la ciudad en la poesía chilena y me dice el Mono: «A quien tienes que leer es a Pepe Cuevas». No lo conocía ni de nombre.

Soledad Bianchi

Y Bianchi no lo conocería hasta su regreso a Chile, en 1987, cuando lo entrevista para lo que sería La memoria: modelo para armar (DIBAM, 1995; reeditado por Alquimia), libro que a través del testimonio coral traza las poéticas del sesenta.

—Cuando yo hice la entrevista no estaba en la universidad, me habían exonerado. Seguramente nos juntamos en la Biblioteca Nacional y después en algún bar. Pero a él no le gustó que yo dijera en la entrevista que él era tan de bares. ¿Es bien jodío, ah? Mi amigo jodío. Peleamos harto, sobre todo porque no puede entender lo que fue el exilio. Es un palo que le he pegado muchas veces. Él es muy contradictorio, muy obcecado, maravilloso y porfiado como no hay dos.

No sólo hay vínculos generacionales, políticos y musicales (ambos fanáticos de Elvis): Bianchi ha trabajado y enseñado la poesía de Pepe Cuevas desde entonces hasta la actualidad. A pesar de ello, el prólogo que Pfeiffer le encargara para la antología le tomó alrededor de cuatro meses.

—Me costó porque Pepe es complejo. Y no quise repetirme, preferí mirar de nuevo. Quería que fuese como si leyera la poesía de Pepe por primera vez. Yo creo que se merece más, libros enteros dedicados a él. Por eso a Ernesto no le costó mucho convencerme de trabajar con él.

Bianchi limita su participación en la antología a la inclusión de un par de poemas y a detalles que el editor, por distancia generacional, no alcanzó a comprender. El resto se lo atribuye a Pfeiffer.

—Yo creía que conocía la poesía de Pepe, aunque nunca se conoce la poesía de nadie, pero la suya es de una amplitud extraordinaria: Ernesto iba encontrando folletos, libros, hojas, de todo. En ese sentido, esta antología es importantísima.

Una de las ilustraciones de Manuel Torres incluidas en la antología ex-chile.

Parte de esa historia material de la poesía de Pepe Cuevas se le debe a Manuel Torres (1960), artista y editor de Gráfica Marginal, que en los ochenta publicó primeras ediciones de Nicanor Parra y Rodrigo Lira, entre otros hitos. Torres era un estudiante de arte aficionado a la poesía, asiduo del Pedagógico y militante de la Juventudes Comunistas, que conoció a Pepe Cuevas en 1979 a través de un amigo en común, Vicente Parrini. Pronto empezaron a trabajar en el que sería Introducción a Santiago, que, a diferencia de la manuscrita ocupada por motivos económicos enel resto del catálogo, ocupaba máquina eléctrica.

—Yo le decía que escribiera con más fuerza, pero Pepe tiene una personalidad medio tímida y la letra era muy ilegible, muy chica, un poco ingenua, no tenía fuerza como para que se pudiera leer a la primera, a diferencia de la de Parra.

Manuel torres

Gráfica Marginal circulaba de mano en mano en ediciones de quinientos ejemplares, clandestinamente y en papeles de reciclaje producidos por una industria nacional que ya no existe. Los ejemplares bien podían imprimirse en talleres precarios que algunos funcionarios abrían «sin ninguna jurisdicción, todo un poco perseguido». Torres traslada ese vínculo social y urbano a la serie «La calle de Pepe», dibujos realizados para la antología, aunque el imaginario le anteceda. Las ilustraciones replican el realismo de Cuevas, en una línea que va desde los sesenta hasta los días de la revuelta.

—A Pepe lo conozco desde los veinte años y somos ambos animales urbanos, así que no me es difícil conectar con su paisaje. Su trabajo me inspiró a seguir haciendo calle, porque la suya es muy parecida a la mía. Estas ilustraciones son la ciudad pasada a tinta china.

Retrato de Manuel Torres, en una de las salidas junto a José Ángel Cuevas.

Hay influencias de la revista de la Casa de las Américas que Torres conoció a través de Nicanor Parra y de revistas de cómic europeo, como El Víbora o Métal Hurlant: «Traté de ilustrar este libro con viñetas, de manera que fueran paralelas al texto». En otro guiño a la época, Torres dibuja una fotografía que él mismo tomó de Pepe y modifica algunos elementos para «hacerlo un poco más risueño, como era Pepe cuando yo lo conocí». Ambas imágenes están en la antología.

—Yo la pasé bien en esa época, a pesar de vivir en una masacre permanente. Como él es de una generación anterior a la mía, siempre tuve curiosidad por ese mundo de los «buenos sentimientos», que yo conocí cuando ya estaba clausurándose. Quería entenderlo para poder entender lo que yo me había tenido que bancar en dictadura. Pepe tenía un reclamo, una ironía, que esta antología alcanza a recoger. Es una poesía que se adelanta a los tiempos.

Soledad Bianchi coincide: la poesía de Cuevas es una fuente de metáforas que, a través de trenes, eventos, personas, explica y renueva la memoria del país.

—Aunque habla del barrio San Diego, el barrio por el cual hemos paseado juntos por ser yo muy partidaria del cola de mono, habla también de su San Diego. Me encantaría que un día contara cómo trabaja esas transformaciones, cómo llega a esas imágenes, porque es un poeta fundamental para entender lo que es Chile.

Pfeiffer se queda con «la sensación gratificante de que el autor está vivo y los hijos contentos», de que a pesar de ser una poesía cargada con tanta pérdida no sea esta una antología póstuma.

—Aquí hay cuarenta años de la historia de Chile. Lo que se veía como un defecto en él, la repetición, ahora en el libro se ve como una virtud, una poética. Me decía el otro día: «Oye, pero ¿tú crees que está bien que esté dándole siempre a los mismos temas?» Y yo le decía: «Sí, quedó demostrado que sí. El tiempo te dio la razón».

(*) Ilustración de Vladimir Morgado.

1 comentario

  • Librero de Urgencia
    Octubre 10, 2021 at 9:08 pm

    Qué grande que es Pepe Cuevas. Este tipo de esfuerzos editoriales son un primer paso al reconocimiento que merece, y al conocimiento que nos merecemos nosotros.

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