Las calles estrechas del plan pesan más desde el 19 de octubre de 2019, el gris se carga hasta arriba y las fachadas oprimen con una extraña gravedad que Rodolfo Muñoz pudo retratar de frente en su libro Blenden: blindaje, arquitectura y capital. Aquí la entrevista en movimiento por estos pasajes aún armados.
Por Tabata Yáñez
Protuberancias sobre la plancha lisa, ya negra, texturizada, sucia y manoseada. En este edificio se mantiene la misma soldadura hace años, es evidente su desgaste. Pasos más allá varios bancos con blindaje muy grueso y nuevo, de mejor calidad, se mimetizan con los colores institucionales. Su diseño fue pensado y no responde a la urgencia del temor por escudarse rápido.
Rodolfo Muñoz, Rodo, encuentra estos detalles, me los hace ver, mientras caminamos por calle Prat, principal eje del barrio financiero y sector patrimonial por el que andamos a diario, pero solo nos detenemos puntualmente. Casi nadie se entrega a esta ruta para observar con calma, excepto Rodo cuando hace tres años vio arder El Mercurio de Valparaíso desde Warhola y, a partir de ahí, comenzó a ponerle atención a la obscena cantidad de metal esparcido en el centro de la ciudad, sobre todo en edificios privados donde era más grosero: aseguradoras y bancos. «En el Estallido Social el capitalismo se vio a través de la represión, representa lo duro, lo tóxico. Para mí los blindajes también eran eso», adelanta.

Es artista visual y fotógrafo, su trabajo se vincula fuerte a las problemáticas del territorio y el paisaje, es parte de Pésimo Servicio, Colectivo Crisis, Centro de Arte y el CENTEX. La publicación de Blenden (Haikén Ediciones), que ya ha tenido varias exposiciones desde su lanzamiento este año, es la razón que nos convoca. Y para ello le propuse lo siguiente:
–Rodo, me gustaría hacer el siguiente ejercicio, te propuse que esta entrevista no fuera en un café porque mi intención es ver como tú ves y que podamos ir conversando al respecto, porque tal vez yo veo casi como tú, un poquito como tú al hojear el fotolibro, pero es muy distinto si me vas contando sobre ello mientras visitamos las fachadas y observamos. Por ejemplo, ¿por qué ves cómo ves?
–Sí, esa es una buena pregunta, porque mi relación con la foto ha sido múltiple, desde que me empecé a interesar. Yo estudié Arte, no fotografía, entonces cuando empecé a trabajar en el oficio hice modelaje, empecé como fotorreportero, las hice todas. En un momento caché que no me gustaba mucho tratar con las personas, soy más introvertido. Y empecé a entender la fotografía del territorio, era un campo que me daba mucho placer porque podía estar caminando y entendiendo. Creo que lo que yo le hago a la arquitectura y edificios son retratos, no son otra cosa que eso, me relaciono así con la ciudad.
–También pensaba tus fotos como retratos, aunque fuesen fachadas.
–Técnicamente no, pero sí son fotografías súper frontales, no hay edificio que esté tomado de ninguna lateralidad, son sus caras. Si de alguna manera me puedo aproximar a esa pregunta, que es muy compleja, viene por ahí. Por caminar solo y generar una metodología analítica para entender por qué funciona el capitalismo como funciona. Cuáles son esas grietas donde acusa su mayor temor. Los blindajes para mí son una grieta donde el capitalismo se muestra lo más ordinario posible, lo más burdo y chabacano está, para mí, acá.
–Relacionas la forma en que tú miras con el capitalismo, pero en qué momento se da esa conexión y dejas de fotografiar un edificio porque te gusta cómo se ve.
–Eso ocurrió en el Estallido, me evocó completamente. Con los Pésimo [Servicio] también. No me salía hacer tantas fotos en marchas como el 2011. Los fotógrafos y fotógrafas que nos concentramos en el territorio, sus problemáticas, y visibilizamos eso cuando ya pasó la tormenta. Por ejemplo, acá es el que más me llamó la atención, la puerta es gigante, los vidrios igual, al principio estaba tapizado entero con blindaje acanalado, el metal más fuerte, en la foto tenía un sticker gigante con los colores del banco. Ellos mimetizan sus fachadas, primero con blindaje duro, después dijeron que era demasiado violento y lo amononaron. Yo pasaba harto por acá y me dije voy a sacarle fotos a las fachadas. Después fue macerado, me di cuenta que en los bancos y las aseguradoras era donde el metal se simbolizaba más fuerte.
–¿Entonces surgió como un proyecto en mente o una casualidad?
–Era algo en conversación entre los y las colegas. Hay algo brutal, nos parecían atractivos, o sea, sabíamos que eran violentos, pero con la sensibilidad más brutalista. Soy muy fan de Gordon Matta-Clark, él trabaja con los edificios, los rompe, es una lógica muy industrial. Para nosotros era muy atractivo que estuviera pasando. Como que los chinos pusieran unos fierros cruzados en las tiendas.
–Como que la ciudad estaba sufriendo una metamorfosis.
–Sí, la ciudad estaba cambiando todo el rato y los materiales eran agilados, unas soldaduras, unos cafés, grises brillantes, después las pegatinas. En ese momento el plan sufrió una transformación gigante, que también se homologaba a las poblas; en la pobla tienen estos blindajes para que no pasen las balas porque hay balazos. Y acá ellos las ponen por puro miedo.
–¿Qué sientes al fotografiar estos escudos aparentemente protegidos, pero ciegos y vulnerables a la captura de tu ojo/cámara? Al final eres tú quien pone el trípode, observa el edificio, haces todo un ritual y puedes «juzgarlos» desde afuera.
–Bueno, sí, la técnica ayuda caleta o por lo menos mi forma de ver el trabajo en terreno, que es tomarse las cosas con calma, lento. El trípode y el tipo de cámara o lentes que yo uso son bastante lentos, no son fotos rápidas. Entonces, tiene que ver la ritualidad de la que haces referencia, está inscrita ahí. Si te das cuenta, estás aquí viendo el edificio y ves las fotos, o sea, en la realidad no se ve como las imágenes que yo saco porque no hay lugar donde tú te pongas para ver la fachada como la tomé.
–¿Y dónde te pusiste tú para sacarla?
–Ahí pero igual no la verías [risas].
–¿Cómo así?
–El proceso de la calma, de ese ritual de jugar con la cámara de alguna manera, de mirar para acá, para allá y ponerme a trabajar con ella fue lograr la foto que quería lograr, eso primero. Y segundo al final ese blindaje que quiere protegerse un montón se vulnera cuando es hecho imagen, sino ya es una imagen por sí misma. Bueno, el caso de El Mercurio es emblemático, si bien no es un banco, es el brazo derecho del capitalismo.

–A veces veo la fotografía como un arma, quizás pienso que fotografiar estos edificios fue como atacarlos de algún modo, aunque ellos querían protegerse.
–O sea, en verdad lo debe decidir el espectador. No me atrevería a lanzarme con eso, claramente es un ataque, pero no está en mí decir lo potente que es. Lo queremos hacer con el fotolibro y la exposición es mirar de frente a la institución, eso sí. Y hacer que todo el espectador lo haga también, no desde abajo.
–Claro, quizás no romantizar en que es un arma, pero sí te estoy mostrando y publicando en un libro.
–Sí, te estoy acusando.
¿Cuál es tu juicio al capital, fuera de la interpretación del fotolibro?
–Se pone interesante la discusión en cuanto a lo descarnado que puede ser el neoliberalismo, para mí el capital es una etapa. Lo que yo puedo criticar sucedido lo de la revuelta es la férrea defensa que hace un sector privilegiado para mantener esto que genera desigualdad por montón. No hay que ser ingenuos tampoco, el capital es el poder, un poder importante, económico, que se ayuda de la milicia, es muy complejo de definir porque engulle un montón las prácticas.
–¿Te atreverías a decir que tu fotolibro es político entonces?
–Sí, sin duda. Nace así. Tengo una posición política muy clara.
–Terminó la Revuelta y los blindajes siguen allí, hay un algo con el tiempo, parece un recordatorio. ¿Cómo esta imagen del territorio que sigues habitando afecta tu mirada hasta el día de hoy? Me comentaste que podías seguir trabajando lo de los blindajes.
–Hay una cierta posibilidad. Lo que pasa es que el trabajo es súper concreto, tiene una cierta movilidad, entonces se podrían abrir ramas de investigación desde la imagen que nos permitiera seguir abordando el blindaje. Pero no estoy seguro si lo voy hacer. El capitalismo tiene varias trampas, por un lado es bastante cosmético, se disfraza de una supuesta diversidad. Pero el poder está concentrado en muy pocas fuentes económicas. Por tanto, que persistan los blindajes en Valparaíso me habla de eso, que es un sistema súper conservador, entonces no van a sacarlo.
–¿Crees que también es un mensaje para el resto?
–A la vez es súper castigador. Como cuando Inés de Suarez decapitó y dejó muestras de eso para amedrentar en el 1500. Vivimos así, donde la gente demostraba su poder cortándole la cabeza a otro. A veces me pasa eso con los blindajes, como si fuera un castigo por manifestarnos.

–¿Hubo alguna evolución en los blindajes?
–Hay algunos que han cambiado y otros que se han deteriorado, entonces ahí pasa otra cosa interesante: cuando el blindaje se empieza a volver ruina. Hay varias interpretaciones como la degradación de ese sistema, que yo no creo que sea así o la degradación de la Revuelta, como cae estrepitosamente manifestándose. O sea, también hay un problema patrimonial en Valparaíso que tiene que ver cómo los edificios pueden tener una «vejez digna», se degradan, es natural.
–Estamos al lado de Santiago pero no fuiste a sacar fotos de los blindajes allí, ¿por qué?
–No, no me salió. Siempre he tenido una lejanía con Santiago. No así en otros lados, hay unas fotos de Coquimbo, Puerto Montt, Quillota y Viña. Me fui topando con esos blindajes y ahí te das cuenta de la magnitud. De muchos bancos hubo una ordenanza de blindajes, no necesariamente porque en esos lugares pasaban cosas.
–¿Por qué dejar la presencia humana, como cuerpos humanos, fuera de estas fotografías de blindaje?
–La idea del trabajo es el edificio. Y es el blindaje en relación con el edificio, por eso las fotos no son solo el blindaje. Entonces, no me interesaban mucho las personas. Incluso, entre comillas, vendría bien a veces para dar escala, pero en un momento dije: no. Para mí era necesario despoblar un poco, quedarme con eso, darle una dirección súper directa y tratar de eliminar obstáculos visuales. En el fotolibro no hay adornos, el título es grande. Es súper pesado a la vista. Era una de las discusiones que teníamos con el editor, cómo hacerlo pesado, cómo tratábamos la imagen para que fuera así. Dentro de la historia del fotolibro hay un montón de formas, juegos de diseño, que estaban en nuestro conocimiento. Pero estas fotos nos llamaron a ir en esa dirección. La foto casi página completa, excepto por este pequeñito marco, hay una versión del libro que tiene caja metálica.
–Comentaste que tu proceso creativo se hizo en la lentitud, en el momento en que se apaciguó el espacio después de «la guerra» y fuiste a fotografiar los restos de ello.
–El trabajo estaba listo antes de estar listo. Yo trabajo mucho así, los trabajo antes y después los ejecuto. Tenía claro que debía fotografiar todas las fachadas, las saqué en una tarde en Valparaíso. Las de más lejos fueron un poco al azar. Me hago unos bocetos, generalmente son parecidos a la obra final. Hay ciertos descalces, pero mi proceso de trabajo es bastante riguroso, tiene mucho de investigación.
Luego de sacar las fotos estudié cuáles eran los bancos que estaban antes en ese mismo edificio, la zona típica, el mapa donde se diagrama. Robustecer mi mirada. Si no hubiera investigado a fondo tal vez el libro no hubiese sido tan pesado. Las fotos a la derecha siempre, solo textos de la ubicación. Pero como hay un remojarse en la literatura, documentos y análisis, me permiten tener noción con lo que estoy trabajando. Por eso salió como salió.
–¿Qué otro proceso de imagen y territorio está en lentitud ahora?
–Hay varios, pero están súper lentos, ni siquiera he hecho fotos. Estamos trabajando con varios colegas, cosas colaborativas, con Pésimo [Servicio] viendo también temas que tienen que ver con la Dictadura, la memoria. Este año va a pasar y el próximo año veremos con otra mirada. Están en la cabeza como Blenden en su momento. Siguen siendo problemáticas, el cambio climático y lo que sufre Chile a nivel territorial en su explotación, no hay lugar aquí que no tenga zonas de sacrificio y ahí conversa un poco lo que estoy tratando de trabajar. Pero muy tímidamente.
(*) Ilustración de Vladimir Morgado. Portada y reproducciones del libro cedidas por Rodolfo Muñoz.
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