Diálogo sobre el presente y el futuro cercano con una icónica de la ciencia ficción chilena.
Por radioactivx
Me encomiendan la misión de entrevistar a Soledad Véliz. En mis manos, Teratofilia, su primer libro, compilado de cuentos publicados en diferentes antologías, fanzines y revistas (con uno inédito de alto calibre), de la editorial viñamarina Imbunche.
En la solapa leo que es psicóloga, escritora e ilustradora. Busco su nombre en Duckduckgo; también es investigadora y profesora. Mutantes, robots, cyborgs, abundan en su obra. Me entero que es de las pocas mujeres que han cultivado con constancia el género de la ciencia ficción en este país en el decenio 2000-2010, y hasta nuestros días.
En sus páginas se despliega un imaginario fresco y profundo; desmemoria, liminal spaces, presentes inquietantes, «ciudades sin historia». Personajes y dramas contingentes, dilemas éticos que dejan chiquito a un capítulo cualquiera de Black Mirror. Una selección que abarca dos décadas de trabajo, llenando mi cabeza de preguntas. Les aseguro que fue complejo sintetizar tanta maravilla.

–En el cuento «Nuevos lineamientos de la psico robótica», tenemos esas escenas como de una Her porno, con ASMR y close up de los fluidos de la boca. ¿Qué opinas sobre este ensamble erótico del humano, en el plano sexoafectivo con la máquina?
–No es que haya hablado de estos cuentos con mucha gente, de lo que menos me conversan es sobre estas erotizaciones; en la ciencia ficción son bastante comunes. Erotizar máquinas no es nada nuevo, en realidad; de hecho en Chile está Juana y la cibernética [originalmente publicado en 1963], Imbunche también editó ese cuento junto con otro conjunto de cuentos de la Elena Aldunate; habla también de esta atracción a una máquina, claro que tiene un final muy distinto al mío. Quería que este personaje tuviera esta oportunidad de ampliar sus ideas sobre lo que es una enfermedad, porque se consideraba parafílica la relación de la IA con los humanos. Pienso en que la relación sexoafectiva humano, máquina, no-humano, o lo que sea, es algo que ocurre, ocurre todo el tiempo. Quería que este psicólogo que siempre está muy ordenado en sus criterios, en sus diagnósticos, experimentara esta relación sin clasificarla como algo enfermizo, como un trastorno.
–¿Qué consecuencias puede traer este desplazamiento por parte de la IA, a los oficios/profesiones tales como la psicología (o la pedagogía), considerando la creciente cantidad de analfabetos digitales?
–He estado muy metida en el tema IA-arte; para los artistas la colaboración con algoritmos, máquinas, IA, ha sido un espacio para crecer. Hay una obra que se llama La barba del policía está a medio construir, es un cuento de poemas en inglés, creo que del año setenta, hecho completamente con un algoritmo. Es distinto pensar en IAs haciendo cosas que consideramos humanas en un escenario aceleracionista, capitalista, versus uno en el cual esta herramienta, compañere o ayudante, pueden hacernos explorar nuestros propios límites; a mí lo que me interesa es lo segundo. En este escenario actual, con grandes compañías minando datos que no les pertenecen, generando expectativas basadas en temas de propiedad intelectual, creo que tienen razón en pensar en un desplazamiento absoluto en vez de colaboración con lo no-humano.
»Lo veo así, no me da miedo, me da miedo cuando se mete el capitalismo a mediar estos procesos; es totalmente posible otra forma de relacionarnos con inteligencias no humanas, y que estas no nos expulsen ni nos desplacen. Y los analfabetos digitales. No creo que haya un interés, y no es individual la culpa, por ponernos cristianos. Esto está diseñado para que sea así, para que no nos preocupemos por los mecanismos de funcionamiento y cómo enganchamos nuestros neurotransmisores, o nuestras hormonas, con estos algoritmos para generar atención. El trabajo de entender lo que sucede es enorme, requeriría un esfuerzo comunitario de enseñanza y aprendizaje, pero la idea es que no ocurra así, que la gente nunca sepa.
–Las Eliza. Quedé con la curiosidad de conocer a una. Esta terapeuta empática protocolar; y me puse a pensar ¿Qué directriz podría tomar la idea de «salud mental» construida a partir de las IA?
–Las Eliza existen. Me basé en un experimento que se hizo por el laboratorio de IA del MIT, creó un algoritmo llamado Eliza, era básicamente un programa de procesamiento de lenguaje, funcionaba con varias lógicas. Una de las lógicas había sido alimentada por la psicoterapia rogeriana. Lo que hace el terapeuta es que refleja las cosas que te está poniendo la otra persona. Con este algoritmo, Eliza era muy atractiva para los estudiantes; me imagino eran en su mayoría hombres asignados al nacer, y yo había leído en alguna parte, no me acuerdo donde, de que el experimento se terminó porque los estudiantes se metían al laboratorio en las noches cuando estaba cerrado, a conversar con el algoritmo.
»Las IA funcionan en base a bases de datos que nosotros le hemos entregado, entonces depende con qué datos las alimentas; si quieres que sea un terapeuta distinto de la APA, y distinto del DSM, tendrías que alimentarlo con base de datos de antipsiquiatría. Por eso digo que la colaboración es interesante; si eres un terapeuta podrías tener una IA que te ayude a detectar mejor ciertas cosas en las personas que te consultan, o que te dé más ideas con la terapia que estás llevando. Pero tienen este peligro potencial de que sean privatizadas, de que el APA o una empresa te venda una IA terapeuta, que te va a cobrar menos que un humano, y alimentada por algoritmos que solamente te den diagnósticos y pastillas, y arruine todo o empeore el concepto de salud mental porque lo transforma en algo mucho más categorial y más cerrado.
–«El vínculo», el cuento sobre un sirenito. Con la frase enigmática del doctor «aún es muy pequeño»; pensé en Teratofilia, y recordé la Teratología (en su origen era para ver cuáles «monstruos» eran humanos y cuáles no). ¿Cómo ves este debate en la actualidad, sobre qué es humano, ciudadano, sujeto de derecho, y qué no?
–Habíamos tenido la discusión con mis editores para elegir el título, y sabíamos que tenía que ser algo con terato, nos convencimos por teratofilia, porque en el fondo había un rollo con amor a lo monstruoso, que es distinto a aceptar, tolerar, que es el discurso más común en torno a la diferencia. Yo igual hago trampa; soy académica, y tengo un tema teórico con el posthumanismo, ahí hay una crítica que no es mía, es antigua, postestructuralista, al concepto del humano, que es un concepto excluyente que en general está definido por aquello que es lo masculino, lo hetero, lo blanco, eurocéntrico, racional, etc.
»Hay mucho escrito sobre lo monstruoso, yo le debo mucho a conversaciones con compañeres, a la gente con la que hice la memoria, la tesis, acerca de qué es lo monstruoso y por qué es importante el amor, no hablo de un amor necesariamente humano, porque no es la idea de tolerar, aceptar, sino de que tú te vuelvas monstruoso, y eso es algo que está bien, es algo deseable, a pesar de las consecuencias que implica ser un monstruo o algo que no es reconocible bajo ciertos parámetros. En el cuento no quise ser tan caricaturesca con cómo se construye un monstruo, pero está esa idea de que la medicina, la pediatría, varios poderes, paternidad, crianza, llevan a que uno empiece a preguntarse y a formar monstruos, producir este niño monstruoso, independiente de lo que el niño haga.
–En «Señuelo» y «El lugar donde habita la luz», vi mucho el tema de la memoria. Gobernarla. Poseerla. Perderla. Conocimiento, constructora de realidad. En nuestra dimensión existe el rumor del advenimiento del tecnofeudalismo. La cibernética como una nueva clase social. ¿Cómo crees que continuará la libertad de pensamiento, considerando que ya el algoritmo nos lleva dos segundos de ventaja hacia el futuro para predecir, construir, nuestras ideas o deseos?
–No cachaba el término tecnofeudalismo, lo encuentro super interesante, en especial porque ya sabemos lo que pasó con Cambridge Analytica. Señalar al algoritmo como el único problema es un reduccionismo, lo importante sería entender cómo el algoritmo está influyendo. Creo que hay muchísimas herramientas para poder entender cómo las RRSS, los algoritmos, producen estos vaivenes políticos; creo que hay menos investigación, y eso sería bacán en cómo esto afecta a personas de generaciones que han tenido menos contacto con la tecnología, encuentro que por lo general se centran en los jóvenes. Me imagino, y este es un tema que no manejo para nada, que hay estudios de sociología, de antropología, donde han podido distinguir las prácticas que usan las personas para poder defenderse de los datos, o para poder corroborar, cuando sospechan que son fakes news.
»Con el tema de la memoria y el almacenamiento hay una especie de relación con los recuerdos que está súper mediado con los recuerdos en las RR.SS. Cambian las memorias, se van recreando, formando, compartiendo. No tengo una respuesta, lo encuentro fascinante para explorar mucho más. La memoria es algo que me interesa mucho, justamente por su dificultad de domesticar, y estos archivos digitales es como un intento de domesticación. Trato de no sonar muy desconfiada de la tecnología per se, sino cuando ciertos procesos, relaciones posibles, son capturadas por fuerzas, capitalistas, o neoliberales, arruinan mucho estas potenciales formas de relacionarnos con la tecnología.
–¿Qué otras fugas a la memoria cerebral/digital (Elon Musk me respira en el cuello con el chip en la jeringa), ves tú además del papel? Como el caso del personaje de Rena en «El lugar donde habita la luz», su única posesión de memoria estaba en una libreta.
–De eso se debería tratar la ciencia ficción ¿no?, de cómo de imaginar la fuga; o por lo menos la escritura especulativa. Pero se me hace difícil proponer fugas muy claras. Pasa que cada cosa que uno intenta hacer se convierte en modas, son capturadas por influencers o políticas de identidad; lo que hacen en el fondo es que lo transforman en una etiqueta más, en una bandera más, por eso me da un poco de cosa decir qué otras alternativas hay. Encuentro super interesante los procesos de disciplinamiento, pero creo que son primitivos en el sentido de que no son formas sofisticadas de pelear contra el algoritmo, hay una forma de trabajar con el algoritmo que es la pedagogía, enseñarle, saber tanto del algoritmo, saber cómo alimentarlo; implica educarse une misme. Un hiperinvolucramiento, casi como ensamblarte con el algoritmo, y que la weá funcione como tú, un doble, dividualidad en la web. Hay otras formas también, una que yo he tomado es hacer un pequeño downbreak tecnológico, por ejemplo, ahora te estoy hablando desde un smartphone que no tiene chip, y tengo el chip puesto en un teléfono de menos calidad, más lento, que no tiene internet. He ido como desvitalizando el smartphone, le he tratado de dar menos protagonismo en mi vida, tengo más tiempo para pensar, para leer, pero es una práctica super individualista, no soluciona nada, simplemente te da un espacio de tiempo lento que no existía antes.
»Con la tecnología hemos estado preocupados de hacerlo todo más eficiente, lo que haces es no sólo tener más trabajo, sino que aceleras procesos y en el fondo nunca llegas al momento de descanso. Hablar de la ineficiencia, seguro que esto es una tradición filosófica que desconozco, por ahí hay algo que me interesa, escribir sobre eso, investigar, habría que cachar qué sería ser ineficiente, quienes tienen el privilegio de ser ineficientes en esta sociedad claseada, raciada y generizada, hay gente que simplemente no puede bajarle la capacidad al celular porque la expulsan, tiene que estar conectada todo el tiempo, y eso es algo que se intensificó con la pandemia.
(*) Ilustración Vladimir Morgado.
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