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Perfiles

Toño Cabezas: Metaleros y poleras en la Tres Palacios

Anarko es el cómic más icónico de Valparaíso, siempre se encuentra escondido en el Caracol porteño. Pero la tienda tiene su propia historia.

Por Daniel Valencia

–Esta quiero –apuntando a la de Cannibal Corpse, La tumba de los mutilados.

Mi mamá se espantó, no podía cerrar la boca mientras miraba a los dos zombies ensartados en la polera.

–¿No prefieres esta… no sé, la de Bon Jovi?

Ahí el Toño saltó, me ayudó a convencerla.

–Si son etapas nomás, en unos meses no va a salir del cajón.

Esa fue la vez que lo conocí, cumplía trece años y la polera todavía la uso, siempre debajo de un jersey en todo caso. Después de los combos y patadas en el mosh, con la tortícolis de tanto agitar la cabeza, hay que seguir preguntándose por las etapas.

El Anarko sigue abierto, los colgadores con hileras de poleras negras achican aún más el espacio del local. Tiene un par de fotos antiguas pegadas, «de cuando estábamos lolos», toda la banda de chascones y las caras picadas por las espinillas, y es como si uno pudiera escuchar las imágenes, y suena ese tarro ochentero, analógico, con más ganas que cualquier otra cosa. Precisamente, esa es la época que el Toño recuerda con más cariño, recuerdo de alguna vez que le preguntaron en una tokata por la mejor etapa de Betrayed, alcanzo a escuchar que contesta: «la primera viejito, cuando grabamos el demo y el primer LP».

Antonio Cabezas, bajista de la primera banda de metal porteño y dueño del Anarko, palabra significativa dentro de Valparaíso, desde el local, el cómic y la misma postura que buscaron tomar frente «a los weones de Santiago, y puta, la autoridad en general». De ese tiempo me cuenta que no había plata para nada, todo era por amor al arte, llegar a ensayar aún sopeado con la ropa de la pega. «En las tocatas te pagaban con copete», me habla mientras se come un pedazo de pizza con una coquita de vidrio. Ganaba sus monedas apañando al papá en la tienda de electrónica que tenían en Cerro Alegre, de ahí se invertía en estampar poleras y traer discos de Santiago, todo se vendía en la feria de las pulgas. El sueño estaba claro: primero comprar los instrumentos, armar la batería de a poco, para luego ya grabar que es otra proeza, sin equivocarse, cada línea musical tenía que salir a la primera.

Aburrido de cagarse de calor en el bandejón central, con las pilchas y CDs en el mantel viejo de la casa que instalaba en la feria, decide abrir el Anarko, por allá en el ´94. Así, el Toño tocó el bajo en el primer disco thrasher porteño y tenía la única tienda especializada para los chascones. El material más antiguo de su banda es una tocata en la Teletón por ahí en el ´91; cuando terminaba cada canción tenían que pedirle al público que por favor no siguieran dejando la cagá, el escenario estaba en Avenida Valparaíso y quizás cuanto local quedó destrozado. El cantante pedía casi de rodillas que dejaran de romper cuanta banca y basurero se toparan, para que pudieran terminar el setlist; el Toño se reía al fondo con el batero.

Se bajan del escenario y los atajan con unos diplomas por la participación. «Cachen weón», habla el Toño, evocando ese momento, «escribieron Betrayer… ¿Qué se hace ahora cabros, pa dónde nos vamos?»

Pero de ahí harta agua ha pasado bajo el puente, terminó por guardar los instrumentos en las fundas y ahora se dedica a atender el local.

«Es que trabajar con viejos es puro atao, los tatas están ni ahí

Y puta con los jóvenes como tú… las vivencias son muy distintas»

Con el bajo juntando polvo y una tienda que no se ha lanzado a nuevos estilos, el Toño no deja de ser cita obligada para quien quiera lucir el outfit metalero, «aquí tenemos de todo: pal´ thrasher y para los blacker anarquistas de las estepas». Nos reímos de las etiquetas.

«Primero la wea es un estilo de vida, luego ya son gustos nomás»

Es como si uno creyera en la polera que lleva puesta, como si estos tarros con piedra fueran un himno y un mantra. Me dice que eso se supera, que tenís hijos, que tenís responsabilidades, que son etapas y nada más. Por eso el bajo está guardado, los discos de Betrayed nunca trajeron rédito y la tienda parece ser suficiente para solventar. Se encuentra arriba al final de la Tres Palacios, los chascones de negro tienen que esquivar el «corte de pelo mijito», que ya es casi una ironía, para llegar al Anarko, ubicado entre dos sex shops. En el ventanal te asaltan portadas de CDs y poleras: calaveras, crucifijos invertidos y cabezas de chivo; «puras cosas positivas» como dijo Don Francisco sobre los metaleros, metraje icónico de Sábado Gigante para los thrashers.

«Al final esa weá de possers y trues era puro cuento», me cuenta mientras suena New Order en el local, es como si el sintetizador de la Gillian Gilbert se peleara con la estética de la tienda. «Yo empecé con Betrayed cuando tenía como tu edad», –no sé cuánto me echará– «y no queríamos hablar de Satanás ni weás, queríamos hablar de weás reales». El único LP que grabaron es un disco conceptual sobre la Guerra del Pacífico, querían tocar el tema más denso que pudieran sin deshacerse de esa estampa de realidad. «La guerra es lo más brígido que hay, yo le tengo miedo a esa weá». Y lo pierdo, el Toño parece que ya no me quiere hablar ni de metal ni de metaleros, me comenta reflexiones de thrasher tata, acerca de coyunturas, de estar en contra de lo que se pueda estar en contra, que todos mienten, que al final hay que vivirla nomás. 

«Esto es lo real, juntar las monedas para fin de mes

Los bototos tenís que colgarlos nomás, porque son incómodos para trabajar»

Está preocupado de las armas, ahí está el problema me dice. «Imagínate flaco, en la Araucanía y en las poblaciones está lleno de fierros ¿Tú creís que son hechizas? Imposible, se reventarían las weás, de algún lado las sacan». Me habla de modelos, de municiones, del peligro. «Y la verdad, yo he estudiado esta weá de las armas, del armamento, pero es porque le tengo miedo». En el fondo le creo, pienso en las letras que escribió para Betrayed.

Mother see that beautiful uniform

see that beautiful flag

I will be one of them

I want to be a soldier

My son

I only want you to play

I want you to be with me

Learn to play learn to live

Live your life there’s a…….

Corresponsal de guerra hecho músico, tiene un par de miniaturas de aviones pegados en el techo del Anarko, puestos justamente donde atiende. La metraca, la granada y los cazas surcando el cielo son un miedo latente que tiene, él mismo se lo ha impuesto al dejarlos colgar sobre su cabeza, con el pelo aún largo cayéndole sobre la chaqueta de cuero.

Le compro una polera para cerrar la conversa, le deposito a la cuenta rut. Correo: Anarkometalshop666@gmail.com. Para variar es roja, Mayhem, el demo Deathcrush, «es bueno ese disco flaquito».

Le muestro el recibo del depósito, y sale el tema de la plata. «Hay metaleros de mi época, puta los weones arrepentidos de no haber estudiado, yo estoy salvado con el local». Me habla de lo cagá que está la gente, de las jubilaciones. El Toño se sabe viejo, «ya no puedo estar ni ahí con las weás», ha llegado a la etapa donde «tenís que preocuparte por las cosas».

«Y ellos te cuidan la plata, que es por tu futuro te dicen. ¿Tú creís que en la vejez hay futuro?»

(*) Fotos de Kika Francisca González.

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