El dramaturgo y director de La Peste es un eje fundamental del teatro porteño. Acá son confrontados los rumores que se ciernen sobre él.
Escribir de Danilo Patricio Llanos no resulta tan sencillo como imaginé. La gente lo respeta un montón. Guardan silencio, o al menos se la piensan dos veces antes de compartir impresiones personales acerca de él. Y bueno, no les culpo. Su figura puede resultar algo intimidante si tomamos en consideración su vasta trayectoria profesional, su incómoda risa sarcástica o si de primera fuente te enteraste de que es capaz de presentarse en bata y pantuflas a bajarte la música del carrete porque quiere descansar.
«Me hizo clases de introducción a la dirección en la UV [Universidad de Valparaíso], fui de la primera generación. Cuando comencé a preguntar, todos me decían: “Ese hueón es superpesao, pedante, déspota.” Yo no lo conocía. Uno igual se permea de eso», cuenta su asistente Po-po.
No obstante, hemos de reflexionar que si existe un férreo círculo cercano que son sus amigos y compañeros de trabajo desde siempre, es porque también existe otra faceta.
«Danilo es mi amigo, he aprendido a quererlo con su humor y todo. Es muy inteligente y obsesivo en su trabajo. Verlo dirigiendo es un espectáculo. Es superapasionado. Tiene un humor complicado, sí. Habla desde la ironía y muchas veces no se sabe detener, pero es una muy linda persona», asegura el escritor Fernando Mena.
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Danilo Llanos es egresado de la desaparecida escuela La Matrizde Valparaíso; licenciado en Artes Escénicas de la Universidad Mayor y magíster en Dirección Teatral de la Universidad de Chile. Director, dramaturgo y cerebro neurálgico del Centro de Investigación Teatro La Peste, agrupación artística que cuenta con veintidós años de carrera en la región y más de quince montajes teatrales, que se han presentado desde en el Festival Internacional Santiago a Mil hasta en la Junta de Vecinos número 25 del Cerro Yungay.
El autor es un convencido de que «el teatro debe estar en todos los lugares y no se le puede negar a nadie». Y ¿cómo no prestarle atención a su labor, si ha gozado de participar en prestigiosos festivales a lo largo de Chile, México, Ecuador, Francia, Bélgica, entre otros? Obras como Mediagua, Secreto de camarín, Feroz (todas escritas por él) o Error (que cruza Psicosis 4:48 de Sara Kane con Mi infierno en el SENAME de Edison Llanos) han empujado al espectador a transitar lo abyecto a partir de temáticas marginadas, densas y poco amables.

Con cuarenta y dos años y pinta de treinta, me recibe en su oficina, siempre enérgico, en un cool y colorido outfit. Actualmente se encuentra a cargo del área de Creación e Investigación de Artes Escénicas del Parque Cultural de Valparaíso, espacio donde se ha puesto como misión fomentar la circulación, crítica y práctica reflexiva del quehacer teatral.
–¿Eres el gerente general del teatro en Valpo?
–¡No! Esos conceptos c*liaos… no me interesan. Son definiciones y nomenclaturas que se asocian a lo militar.
–¿Sigues siendo el mejor espectador de teatro de la V Región?
–¡Noo! Soy el peor.
–Se rumorea que te quedas dormido en las obras de teatro.
–No, no, no. Esa es la caricatura que se ha armado, pero ahora lo hago cada vez menos.
–¿Eres un hater?
–No es que busque caer mal, pero no me interesa caerle bien a nadie.
–¿Por qué no te gusta la gente?
–En el mundo de las artes –en el cual me muevo y del que soy parte– son todos muy desagradables y pesados. No es que no me gusten las personas, es que no me gusta un tipo de gente: la gente tóxica, mala. No quiero estar cerca de eso nunca más.
–¿Qué rasgos ves en otrx que te permiten confiar?
–Convoco a trabajar a gente que tenga una desesperación abismal por hacer teatro y que en esa vehemencia se les vaya la vida de forma apasionada, delirante. Esa es también la gente con la que me relaciono en el cotidiano. Yo, si no hago esto, no vivo.
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El origen de la formación y trabajo de Danilo es de una generación distinta a la actual y a la que viene:a diferencia de hoy, cuando la ciudad cuenta con diversas opciones para estudiar teatro profesionalmente, a él le tocó estudiar en una escuela, cuando prácticamente no existía nada. Esto le ha exigido «ser el triple de estudioso», pero asegura que «si no hay una disciplina o deseo de complejizar tu oficio, da lo mismo dónde hayas estudiado». Bajo su óptica, la pulsión requerida para proyectar la escena teatral es «una cuestión que tiene que ver con el rigor, y eso te lo va dando el camino».
«Nosotros nos formamos en La Matriz y entendimos algo superimportante: que había que hacer teatro sin miedo, en el contexto que estés. Y eso te pone en un escenario de agitación permanente, de arrojo, de hacer. En donde tú debes trabajar con o sin dinero, por supuesto sin precarizar».
–Igualmente, en el tiempo, te has adjudicado proyectos que te han permitido continuar en formación constante, lo cual ha logrado que te diferencies de la flora y fauna del teatro de la ciudad ¿no?
–Sí, pero hay un matiz. En veintidós años de trayectoria nos hemos y no nos hemos adjudicado fondos, tiene que ver más con los caminos de existencia. Aunque no tengamos financiamiento para muchas de las cosas que hagamos, vamos a buscar, vamos a conseguir, vamos a pedir, vamos a hueviar. Yo no tengo problemas hoy en día en sentarme, llamar por teléfono o mandar un mail a quien sea.
Así lo testifica Po-Po, su colaborador desde hace cinco años: «Es insistente, muy insistente: va a golpear todas las puertas que sean necesarias para poder hacer teatro y no dejar de hacerlo. La gente creerá que porque tiene trayectoria la tiene fácil y que todo es pega, pero no. Hemos tenido que tocar diez mil puertas».

Paralelamente a su desarrollo como director, Danilo ha participado largamente en instancias pedagógicas tanto a nivel formal como de índole comunitario. UV, Balmaceda Arte Joven Valparaíso y el Liceo Artístico Guillermo Gronemeyer de Quilpué son algunos de los espacios referidos y, aunque declara duramente que «hice clases durante mucho tiempo y espero no tener que hacerlo más», en la biblioteca virtual Fandom su descripción indica:«Amado por sus estudiantes. Su buen sentido del humor, carisma y distinguida forma de hablar lo diferencian de un docente normal». «El Dani siempre ha sido muy querido por sus estudiantes porque es un profe muy interesado en enseñar. Es cercano, es amable y amoroso. No como lo pintan», añade su asistente de dirección Po-po.
–¿Qué tal la experiencia de trabajar con mentes jóvenes?
–A propósito de no tener miedo, creo que hay allí un imaginario dinámico y diverso que se transmite. El contacto con los cabros y las cabras te permite estar en el presente, porque son generaciones que están en procesos de formación real, absorbiendo todo. Contagiarse de eso es muy saludable para crear y mantenerse vivo.
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Es importante destacar entre sus actuales actividades la aparición de Espacio Ané, instancia creativa que el director levantó en pos de seguir canalizando ideas, pero a un ritmo menos riguroso que con sus otros centros de investigación. Este espacio fue bautizado con el nombre de su abuelita de noventa y cuatro años quien, además de criarlo, participó audazmente de una performance en Fuego: Acciones en cemento, paralizando las calles de Valparaíso en plena revuelta social. Ella y su mamá configuran una inspiración e importante motivo de orgullo para Danilito.
–Hay cosas muy lindas que tú dices de ella, como que, cuando la visitas, te guarda caluguitas en el bolsillo del chaleco para la vuelta a casa, ¿no? Es de una ternura inmensa.
–Sí. Cuando voy a verla y ando con mochila… Ella me observa y siempre pregunta: «¿La mochila está pesá?» Yo le digo: «No, no te preocupes», pero cuando vamos caminando, como ella va más lento, detracito mío, cada cierto rato, me levanta la mochila pa’ que no me pese.
No es lo único con lo que Llanos se conmueve: también lo hace con las cosas que le dan rabia, con una buena actuación, una bonita obra o un buen disco. Al consultarle acerca de su banda sonora, resulta muy ecléctica. «Ahora estoy escuchando al trapero argentino Paco Moroso, a una banda de Costa Rica que se llama Buscabulla, siempre escucho Tiny Desk Concerts.» También resuena con Portishead, Radiohead, Charly García, Cerati, Jorge Gonzalez, Redolés y La Floripondio. Asegura que «más que ritos, tengo TOC». Escucha radio todo el día, las noticias, fútbol, programas deportivos. Desprecia el cigarro «y a la gente que jala cocaína. Mi única droga es la chela –y el café».
–¿Y qué chela?
–Soy muy cuma… la Cristal. Voy siempre a mi bar Cívico.
Llanos, con este comentario, emplaza su muy particular forma de relacionarse con sus territorios: «Siempre digo que cuando me muera, me tienen que velar en la junta de vecinos de mi cerro, Santa Rita».
«A pesar de que dice que odia Valparaíso, creo que es una de las personas que más lo ama. Ama su barrio, ama a su familia, ama su cerro, ama a su gente. Eso es bonito de ver, porque no siempre lo dice. Siempre está en este rol del director que solamente está creando, pero es una persona muy emocional», afirma Mena. «Sobre todo en el último tiempo, se ha permitido trabajar desde lo sensible y no tanto desde la denuncia ni del dato duro, que yo le reclamaba de sus obras. Siempre ha sido un agrado trabajar con él.»
Y es que el Dani mantiene la escena local viva, su participación en el mundo creativo es fundamental y conforma un elemento clave a la hora de descentralizar los discursos de artes escénicas en Chile. Stefany Duarte, destacada directora de Valparaíso, afirma: «Es ejemplar, porque él puede vivir del teatro. Ha sido capaz de construir y cuidar una compañía a través de los años y paralelamente levantar espacios de formación, lo cual vuelve su obra muy interesante. Tanto él como su compañía son personas que, con poco, arman, proyectan, generan recursos y esas son grandes habilidades».
Igualmente lo considera el teatrista Camilo Romero, quien comenta: «Su trabajo de dirección se sostiene en el tiempo, lo cual es muy difícil en esta ciudad y en este país. Ser creador y estar incansablemente proponiendo, buscando, haciendo y desarrollando, ya es muchísimo y superimportante».
Del mismo modo, sus colegas destacan que esté abriéndose a trabajar con gente nueva, ya que «por muchos años vimos obras con el mismo elenco». Y es que Llanos proviene de una visión de compañía más tradicional, donde se imprime una especie de fidelidad al equipo original, «pero eso limita un montón el trabajo del director».
Juan Esteban Meza, integrante de su último montaje, indica: «A veces hay desacuerdos estéticos con él, algunas visiones del teatro, pero eso también es muy provocador. Me agrada porque lo expone, no se encarga de satisfacer a su elenco. Esto es muy valorable, porque es honesto. Ahora bien, yo creo que el paradigma está cambiando a lo que era hace diez años y que nuestra generación debería tomarse ciertos asuntos mucho más en serio, igual que él».
–¿Qué hace que tu práctica sea distinta y persista en el tiempo?
–Va a sonar supercuma, a arrogancia o falsa modestia, pero lo cierto es que yo no puedo estar sin crear. Eso creo que me distingue absolutamente. Además, siempre cuento lo que estoy creando, no trabajo en el hermetismo.
Le pregunto a Llanos cuál es el estado anímico que prepondera en él, a propósito de comentarios de pasillo que aseguran «es duro, creído, no sé qué se cree». Me lo figuro respondiendo rabioso, mientras sus cercanos aseguran que es «extremadamente sensible, extremadamente inseguro», en tanto él confiesa, para quienes no lo conocen: «Estoy en una depresión constante, la única forma que tengo de soslayarla es trabajando, por eso no puedo parar. Igualmente siempre soy muy energético. Me cuesta mucho descansar. Llevo veinte años en la hueá y sigo cargando camiones.»
El primero que carga y descarga el camión es el Dani. Con su equipo obviamente, pero sí. Esto es Danilo, esto es un teatro.
(*) Retratos de Kika Francisca González.
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