Un poeta, un impresor, una académica y una olla común nos dibujan, en el terreno de la catástrofe, las maneras de organizar la memoria.
Por Diego Armijo
Me han dicho que
la lluvia caerá sobre nosotros
entonces ¿qué sucederá?
¿dónde estaré yo?
¿dónde se ubicarán ustedes?
-Ximena Rivera
Centros de acopio y ayuda directa, Palomo Arriagada y nuestro redactor: De pequeños aportes, talentos entregados a la ayuda, también se ha armado la colaboración
El día viernes, en que inician los incendios, el poeta Palomo Arriagada (1979), desde su hogar en Gómez Carreño, se conecta a sus equipos de radio y va escuchando el avance de los acontecimientos.
—Fui testigo directo de cómo la emergencia iba creciendo, el incendio avanzando por kilómetros y convirtiéndose en tragedia. Fue una película de terror escuchar de primera fuente lo que estaba pasando: el avance del incendio por todos lados, funcionarios pidiendo ayuda, la falta de recursos, el reporte de las casas quemadas, las llamadas de otros nuevos focos en poblaciones quemándose, casas y edificios en el Canal Chacao, El Olivar, Achupallas, el Jardín Botánico.
El sábado continúa conectado, hasta que el domingo baja al centro de Viña. Se presenta como voluntario en el Hotel O’Higgins. Allí la tarea principal es la descarga de camiones con donaciones: agua, colchones, ropa. Arriagada prefiere ir a la zona afectada. Se ha enterado que a la compañera escritora Marjorie Mardones, en la zona de Canal Chacao, se le ha quemado la casa.
—A eso de las cuatro llego al lugar, la compañera me cuenta que tanto su nieto y su hija están bien, me quedo limpiando el terreno sacando escombros con palas. Aún había brazas, lo cual rompían los sacos donde echábamos los despojos.
Se le pasa la hora y se encuentra limitado por el toque de queda. Logra, haciendo dedo, llegar otra vez al hotel de acopio. Allí escucha el llamado para descargar camiones en el complejo deportivo de Gómez Carreño, cercano a su casa. Una micro los sube a él y más de treinta voluntarios, entre ellos mi tío Marco Otárola. Allí descargan carretillas, chuzos y palas.
Un desvío: fui voluntario un par de días en distintos sitios de acopio en el centro de la ciudad. El día domingo fue que vi a Palomo, por eso lo he contactado para este reportaje. También vi a mi tío y descargamos, junto a muchos voluntarios, camiones. También se cargaron camionetas con agua y colchones. Allí es que vi que un talento afloró de manera natural. Mi tío Marco ha sido feriante toda su vida. Conoce lo que es cargar un camión, su orden, su apilamiento, amarrando todo con firmeza. De pequeños aportes, talentos entregados a la ayuda, también se ha armado la colaboración.
Arriagada continuó los días siguientes sacando escombros en el sector de Los Almendros. Se topa allí con el hermano de Lisette Samit, compañera ella de militancia en la Jota en los noventa.
—Lo había perdido todo, en cosas de segundos, cuando el incendio estaba en Villa Independencia, las pavesas ardientes cayeron torrencialmente, que en cosa de segundos tuvo que evacuar y a lo lejos ver cómo se quemaba su casa. Lo perdió todo. Incluso dos de sus tres perros, quedó con lo puesto al igual que su compañero y sus dos hijos. Lissette desde el comienzo de la pandemia, hace ya cuatro años tenía en su casa el comedor popular Víctor Jara, que repartía más de cuarenta almuerzos a los vecinos del sector. Me quedo con ella y los días siguientes, aparte de remover los escombros y limpiar el terreno trato de gestionar la ayuda necesaria para levantar nuevamente la olla popular.
—¿Cómo has visto el flujo de ayuda?
—Al principio fue masiva. Me refiero a los dos o tres días después de controlado los incendios. Como siempre son los jóvenes los más entusiastas en ayudar. Pero lamentablemente al cuarto día, aun en duelo nacional por los más de ciento treinta fallecidos, muere Piñera y eso roba la atención de los medios de comunicación y se nota la baja de concurrencia.

Villa Independencia, Imprime La Villa: el recolector de memoria
Ignacio, cuyo usuario en Instagram es @imprimelavilla, nos recibe en su casa ubicada en Villa Independencia. El terreno ya ha sido limpiado y en él encontramos tres carpas, una lona en donde ha instalado una mesa, sillas y las guarniciones que ha recibido. Nos ofrece café.
Su trabajo como Imprime La Villa se ha concentrado en la publicación de fanzines, los que antes de los incendios, vendía mediante sus redes y mano a mano. Uno de los textos que alguna vez editó e imprimió y que da cuenta de su trabajo, fue una recolección de los manuscritos que su madre dejara, al morir, en sus cuadernos. Ella, nos cuenta, escribía y nunca hizo nada con sus textos.
—Esos manuscritos terminaron quemados. También los fanzines que todavía tenía. Esto es un ataque a los archivos familiares.
Junto a la pérdida de aquellos sensibles archivos, el fuego se llevó las otras publicaciones que aún tenía consigo, como también la totalidad de su taller, que funcionaba tanto para imprimir en papel como para estampar serigrafías.
—El incendio se llevó las maquetas del libro de un amigo, sus dibujos. Mi amigo tiene cáncer y sigue dibujando. Quiero hacer el fanzine en el que estábamos trabajando, pero tengo una sensación de trabajar contra el tiempo.
Todo se puede quemar, pero el trabajo ya realizado, perdura. Ignacio reflexiona sobre la importancia de imprimir y aunque este desaparezca, en algún lugar circula. Pues como no todos los ejemplares los tenía él, hay esperanza de que ese material siga existiendo en algún otro lugar.

Como «el recolector de memorias» lo definen sus amigos. Por su trabajo en la publicación de fanzine de vecinos y conocidos, como también lo acogedor que ha sido su taller. Un lugar de tránsito, experimental en la impresión e importante en la construcción de redes.
—El fuego pasa y transmuta todo lo que hay. Lo que me hace pensar que hay ciertas obras que su destino era ese: ser quemadas.
Mientras, en el proceso de reconstrucción, espera una casa de emergencia. Luego, levantar otra vez, con la ayuda de sus amigos, el taller de impresión. Pues, siente que el apoyo que ha recibido es una vuelta de mano, en lo emocional está sostenido, de ahí podrá volver a lo creativo. Le harán falta las máquinas y materiales: impresora, tinta, papel, prensa y guillotina.
Una última reflexión que nos comparte Ignacio es sobre el soporte de los textos y las obras. Si el papel y lo que contiene se quema, se pierde. Con el paso de la tragedia, pudo ver otras formas de plasmar el arte.
—Lo que sobrevive al fuego son las cerámicas, la greda y las piedras. También las papas de la huerta.
Ollas comunes, El Surco: abrumados con tanta necesidad
El Surco, ubicado en el paradero 10 de Achupallas, es un centro cultural y espacio comunitario, también biblioteca popular. Se ha reconvertido en centro de acopio y olla común. Diariamente reparte al menos cien raciones de almuerzos. Allí nos recibe el grupo permanente de trabajo: cinco personas.
—La ayuda ha ido bajando, los ánimos también. Ahí se ve reflejado en la participación. Lo entiendo como que empezó marzo. Nos hace falta apañe en cuanto al acopio, a las cuadrillas. Más manos, más participación. Las primeras dos semanas fue como el boom, había mucha gente participando, mucho voluntario. Pero con el correr del tiempo, estamos a un mes, y estamos solo nosotros. Para complementar eso igual, yo también pienso, que tiene que ser por temas de trabajo, más por falta de tiempo. Las personas preguntan igual, sin comprometerse a ayudar y nada, pero igual por lo menos están preguntando y hay interés con respecto a lo que se está haciendo.

Como un lugar acostumbrado al trabajo en común, surgió en los primeros días luego del incendio, la idea de hacer fichas de asistencia. Con ellas pudieron catastrar al menos a unas 300 personas de los sectores de Lomas La Torre y Villa Independencia. Información que le ha sido útil para dirigir de forma óptima los recursos.
Para esto han divido las tareas en tres áreas: olla común, acopio y cuadrillas de remoción de escombros, luego mutando para reconstruir. Los primeros días la olla abastecía a unas 300 personas, lo que ha bajado, explican, por la activación de otras ollas comunes, en colaboración con las comunidades para darles autonomía. Entre los sectores que abarcan estas iniciativas se encuentran las de Villa Roggiers, Alto Sinaí, Villa Dulce, El Salto, Villa Independencia, Achupallas, Toma El Salto, Toma Entrevientos y Toma Manuel Bustos. Entre ellas suman unas dos mil raciones diarias.
—¿Cómo seguir ayudando? ¿Qué necesidades ven ahora?
—Psicólogos, manos, y yo creo que personas. Estaba como dándole la vuelta un poco y yo sé que se necesita mucha lucidez y claridad de cuáles son nuestras responsabilidades humanas. Cuáles son las responsabilidades empresariales, estatales, pero también el saber cómo hacer activismos sostenibles. Entonces cuando se piden manos, es como también el hecho de si yo puedo venir, por ejemplo, solamente los lunes considera quizás ese lunes y también tener la responsabilidad de saber comunicar, saber estar.
Porque sucede algunas veces que las personas o las organizaciones, sobre todo algunas orgánicas institucionales, tienen esta opción de intervenir solamente y después desaparecer, pero el problema no desaparece, el problema es por lo menos de aquí a un año después, el problema de la sanación emocional, psicológica también, entonces por eso toda colaboración que pueda ser permanente, lúcida y también transparente de hasta dónde se puede, de cómo también hacer las cosas.
—¿Cómo se sienten ustedes?
—Igual abrumados con tanta necesidad. A veces pasan cosas y uno se pregunta cómo aliviar el dolor de una persona. Veíamos compañeros que han sido afectados y no hay ni el tiempo ni la fuerza para ayudarlos. Son cosas que te dejan como que te faltaran vidas para poder llegar a todos lados.
Nos quedamos con la consigna plasmada en el lienzo que sostienen los compañeros y las compañeras:
CONTENCIÓN TERRITORIAL Y GESTIÓN COMUNITARIA
SOMOS CERROS DANDO LA BATALLA
Canal Chacao, Marjorie Mardones: «Yo me tengo a mí misma»
La académica y escritora Marjorie Mardones nos recibe en su hogar ubicado en Canal Chacao, comuna de Quilpué. Su carpa, la lona junto a sus cosas, nos muestra hospitalidad.
El incendio en este sector comenzó el día viernes. Por su cercanía al Jardín Botánico, pues los pasajes dan al cerro, el fuego entró arrasando con todo.
—A nosotros no nos sonaron las alarmas. Y cuando nos dimos cuenta, el incendio ya estaba aquí. Ya estábamos adentro del incendio y tuvimos que evacuar. Mi grupo familiar eran mis papás que tienen ochenta años. Mi mamá tiene un deterioro de salud importante. Estaba mi hija mayor con mi nieto que tiene cinco años y una parálisis severa. Mi hija chiquitita y yo. Fue una evacuación difícil. Por suerte sacamos el auto, así que en ese sentido alcanzamos a salir bien. No sé qué hubiera pasado si yo no hubiese estado acá. Mi papá no quería salir.

Marjorie es profesora de la UPLA, en la carrera de Bibliotecología. Actualmente cursa el doctorado en Ciencias Sociales en la Universidad de Buenos Aires. Su tema de investigación es la destrucción del libro en dictaduras latinoamericanas.
—El último libro que yo tuve en mis manos se llama La biblioteca en llamas (Planeta, 2018). Irónicamente. Yo perdí mi biblioteca especializada, lo que me causa mucho dolor. Una biblioteca que me costó bastante poder construir.
La librería Crisis de Valparaíso, junto a la editorial Ilustraverde han apoyado a Marjorie con el aporte directo de la venta de su libro Queridas desconocidas (Ilustraverde, 2019).
—Obviamente yo perdí los libros y Claudia —editora de Ilustraverde— me trajo dos cajas de libros, para la entrega. Yo tampoco sabía mucho que hacer, no tenía dónde guardarlo.
Junto a lo anterior, el día 22 de marzo se hará una presentación y venta de su libro, en el Palacio Rioja, espacio municipal de la ciudad de Viña del Mar. Este es el intercambio, un libro por dinero, al que Marjorie más la reconforta. Una retribución recíproca.
*
Desapego
Mi familia es un árbol deshojado
Luego del incendio
Partimos
Cada quien buscó (encontró o no)
un abrazo que calmara esta tristeza infinita
Esta ternura infame
Esta dulzura que se montó sobre iras y desencuentros
*
El tiempo es una farsa
Lo sabes. Lo supimos desde siempre.
*
Ahora solo nos queda este pedazo de tierra
Y un par de corazones hambrientos
Que buscan, erráticamente, un consuelo entre los cuerpos que nos piden tiempo
Para arrancar indemnes, de este fuego incandescente.
—poema de Marjorie Mardones, escritos días después de los incendios.
*
La comunidad, los vecinos de Marjorie, se vieron afectados en niveles muy privados.
—Junto con el derrumbe de los muros, se acabó vida íntima de las personas. Porque tú no tenías dónde esconder tu pena o tu dolor, o lo que estabas viviendo, y eso yo creo que es algo que, para empezar, te hace sentir muy vulnerable. Te hace sentir muy expuesto y te obliga a ver ese dolor que está sintiendo ese otro, esa otra persona y en eso se genera obviamente una comunidad que es muy particular. Aquí llegaban vecinos que estaban sin ningún espacio privado. Muy mal y era como decir, ¿sabes qué? pasa, tómate un vaso de agua, siéntate, toma sombra, cuestiones muy mínimas, pero que tú cachas que eran súper súper vitales y con eso ya empiezas a humanizar también. Que tiene que ver con tomarse un café, un lugar donde tú puedes estar más tranquila. Es habitabilidad, igual en el fondo es eso. Y bueno, ahora como ven estoy ahí con estos chicos enganchada para hacer un domo.
Marjorie también expresa crítica a la gestión de la catástrofe:
—La municipalidad no llegó altiro con el agua ni siquiera, o sea, llegaron con todo atrasado, entonces tú dices, que es lo que todos sabemos me imagino, no sé si lo pagan, pero la gente al final es la que ayuda a la gente. No es el Estado, con todo lento, con todo burocrático. Y uno dice, ¿es incompetencia, es indolencia, es indiferencia, es flojera? Pero tiene que haber un sentido de realidad práctico para realmente ayudar, o sea, no solamente con el ticket y decir la pega está hecha.
—¿Cómo seguir ayudando?
—La cuestión que la gente necesita ahora es el techo, yo creo que eso es lo primero. Y lo otro que deseo quizás, bueno, los clichés sobreviven porque son útiles, y es que las personas somos lo más vital. Cuando a mí me dicen tú te quedaste sin nada, que era la primera pulsión que tuve, yo decía, no, yo me quedé conmigo. Yo me tengo a mí misma. Y comprender eso, para mí fue muy importante porque el resto, que puedes amar mucho tu gran biblioteca, tu trabajo, pero a pesar de todo, son cosas y se pueden volver a construir. No es que vayas a partir de cero, tú partes con todo lo que viviste. Que es mucho. Y que es muy difícil de transmitir y eso a mí, al menos me cambió mi estructura ósea, mi estructura vital y con eso sigo mi vida. No la empiezo atar, la continúo con una mirada diferente, a pesar de todo lo que les decía. O sea, yo escribí un poema que decía mi familia es un árbol deshojado. Y siento que el arte también nos sirve para decir lo que no podemos decir en el día a día, y yo siento que mi familia hoy es ese árbol que está deshojado, pero pese a eso estamos todos.
(*) Fotos de Kika Francisca González.
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