Quizás resulte paradójico narrar de quien narra, pero los relatos de esta escritora toman mayor sentido en la afectividad de sus propias historias, unas fuera de Chile, otras lejos de la capital. Grabadas como intuitivos gestos las experiencias primero dieron vida a SANT (Incubarte, 2010), luego a Instrucciones para ser feliz (Sudaquia, 2015), Lugar (Lumbre, 2017), Kintsugi (kindberg, 2018) y ahora Una Música Futura (Kindberg, 2020), premio Mejores obras Literarias 2019 en la categoría cuento inédito. Aquí nos habla de cómo empezó todo.
Por Tabata Yáñez
Maria José vivía en Santiago, aunque pasaba los veranos en Viña del Mar visitando a sus abuelos. Allí conoció los libros, ellos se los regalaban, especialmente algunos de un tal Julio Verne. Los tenía en físico, enormes; también grabados, en los típicos cassettes ochenteros ya obsoletos, gracias a su abuela que aprovechaba de regalonearla.
Hoy recuerda esos días cuando la llevaban a la Feria del Libro que se coloca en el Liceo Bicentenario, casi en la entrada de avenida Libertad, en plena columna vertebral de la Ciudad Jardín. “Ten, cómprate un libro, yo te lo regalo”, le decía su abuelo mientras le pasaba el billete, que después arrugaba en su pequeña mano y en busca de su nueva adquisición partía a dar vueltas por toda la feria, hasta encontrar el que ella quería, “el que yo había elegido, no un adulto que lo decidió por mí”, agregaría más tarde, específicamente seis minutos posterior a la siguiente e inicial pregunta de nuestra zoom meeting:
“La literatura primero como voz, la voz de mi abuela”, te escuché decir en una charla TED que diste hace unos años y me pareció algo hermoso, ¿así de cercana fue la llegada de la literatura a tu vida?
En realidad vengo de una familia sin libros, o sea, mi núcleo más íntimo no son lectores. Cuando la gente me conoce se imagina que crecí rodeada de ellos, no hay nada más lejano a mi vida que eso. Para mí los libros vienen relacionados con algo muy afectivo: mis abuelos. Mi abuela materna era voluntaria en Viña del Mar —toda mi familia es de Viña. Mi abuelo trabajaba en Valparaíso, era dentista, tenía su consulta allí— en una fundación para ciegos donde les grababan libros y aprovechando también lo hacía para mí. Iba pasando las páginas, aprendía de memoria los cuentos. Era muy regalona. Mi abuelo paterno era súper lector pero de best sellers, él me empezó a regalar libros de aventuras, los leía para relacionarme con él. Iba a librerías de libros usados, me traía bolsas con ejemplares de ese estilo, hasta que una vez encontré el de Mujercitas y ahí fue cómo empezó mi amor profundo. Me veía más en los personajes mujeres. Me gustaba Jo que era escritora y profesora. Me sentía más interpelada que en las historias masculinas, de ahí fui leyendo cada vez más.
¿Y esto de qué manera comenzó a influir en ti como escritora, en tu proceso creativo?
De varias maneras. Decidí escribir desde chica, le hacía libros a mi abuelo en vez de cartas, en el colegio era la que participaba en el concurso de poesía, cuentos. Era súper matea, todos me decían que me alcanzaba para cualquier cuestión pero lo que más me hacía feliz era leer, hablar sobre libros y enseñar. Entonces dije que quería ser profesora de Literatura, no quería esa carga de vivir de mis textos, me parecía un estrés. Quería tener un trabajo relacionado para lograr estabilidad, es un mundo muy rico, es parte de la misma conversación. La escritora que soy tiene que ver con eso.
Y en cuanto al proceso creativo, como mi relación más primaria tuvo que ver con escuchar la voz de mi abuela antes de aprender a leer, hizo que ESCUCHAR fuera importante. Cuando escribo, termino el primer borrador, lo grabo en el teléfono, lo escucho por varios días en la calle, lavando platos y me voy dando cuenta de oraciones muy largas, partes donde pierdo la atención porque me aburro. Se ha convertido en lo único fijo de mi rutina como escritora. Me importa cómo suena, por eso soy súper fan de los audiolibros.
Incluso grabaste algunos
Sí, de Kintsugi y Lugar. Siempre les hago barra, permite leer en momentos donde es difícil y que gente de otras edades se acerque. Por eso cuando saqué mi libro quise hacerlo además como audiolibro y de forma electrónica. Ojalá convivan los formatos porque hay distintos tipos de lectores y momentos en los que uno quiere leer.
LA LITERATURA FUERA DE “SU” LUGAR
Respecto a eso también, en esa charla hablaste de un superpoder, ese mismo que te llevaba a querer dar respuesta a un complejo escenario en donde se dice que la gente ya no lee o no está cerca de la literatura.
Mi súper poder es que leo dos libros diarios, no tengo ni un otro, es un buen poder si quieres ser profesora de Literatura. Por eso me suelen preguntar cómo hacer para que alguien lea. Como si una tuviera la llave mágica, no tengo ninguna, los libros tienen que ser cotidianos. Buscar ese lazo afectivo y que cada quien empiece leyendo lo que le haga feliz, eventualmente eso te puede llevar a leer cosas más sofisticadas o no y qué importa. Si queremos que la gente lea tiene que ser así, que aparezca en las teleseries, en la tele chilena no se suele ver leyendo, no me refiero a un personaje estudiante o profesor, sino alguien que va en la micro. Si a tu hijo le gustan los dinosaurios, hay que comprarle libros de eso, no pensar en la obra clásica de la literatura universal. La literatura tiene que ver con todo lo que una es, hay que ponerla en otros espacios y defender esa conexión afectiva primero que nada, después intelectual. La base parte de ese amor.
Teniendo eso de forma permanente, ¿sientes que has experimentado cambios desde tu primera obra hasta Una música futura?
Sí, absolutamente. No quiero ni mirar mis primeros libros. Siento que me he ido atreviendo, sobre todo en este último, tomando riesgos como mostrar más a los personajes: sus cuerpos, cabezas, lo sexual, poner todo más oscuro, que las historias pudieran ser terribles de repente. Le tengo más respeto al lenguaje, soy súper maniática, se nota por lo del oído, trato de que sea muy preciso.
Cada vez me gusta más lo que escribo y tiene que ver con perder el miedo a lo que dirán. Ser honesta, coherente, darme permiso, atreverme a mezclar la cultura pop. Ahora estoy en algo chistoso, mi desafío es hacer reír al lector con un personaje femenino de cabeza absurda. Una se va poniendo retos, el mío sigue siendo el mundo interior de las mujeres pero hoy es otro tipo de mujer. Es como andar en patines, al principio lo haces con cuidado, en lugares planos, después agarras confianza y tal vez haces una pirueta, te atreves al ridículo, parte del miedo es caer versus ir agarrada de un fierro, al borde de la pista.

Eres de Santiago, vives allí, haces tu vida allí, ¿por qué comenzar a publicar en una editorial independiente y de Valparaíso?
La verdad me encanta Kindberg, su catálogo, publicaron UMAMI, una de mis novelas favoritas. Sus ejemplares me gustan mucho estéticamente. Mandé Kintsugi a la Arantxa por el formulario de la página web sin conocerla ni nada. Se demoró un poco en contestarme, había perdido toda esperanza. Después me ofreció publicarlo con ella y yo feliz. Le tengo mucho cariño a la editorial porque Arantxa es una editora de otro planeta, tengo suerte. Sé que le hicieron el perfil en Plataforma Crítica, pero es que es impresionante esa mujer. Se sentaba conmigo con el libro, conversando. Una cosa es mandarte un documento con control de cambios pero otra es sentarte con la persona, darte esa lata de revisar el texto impreso, lápiz en mano e ir negociando línea por línea, página por página, o sea IMPRESIONANTE. Nunca me había pasado algo así.
Y bueno, me vino todo ese amor al ser de la quinta región. Mis abuelos murieron mucho antes de que sacara Kintsugi. Publicar con una editorial de Valparaíso fue volver a ese amor grande. Sonará cursi pero era como si mis abuelos me estuvieran llevando de vuelta. Recuerdo el lanzamiento de Kintsugi en Valparaíso, fueron mis tías de Viña, me felicitaron, dijeron “Tu tata debe estar haciendo una fiesta”. Fue algo muy bonito. El gran respeto y admiración que siento por Arantxa tiene esa parte afectiva gigante para mí. Siempre le digo “invítame, voy a lo que tú quieras para allá, ofréceme”. El año pasado me tocó ir a firmar libros a la Feria del Libro que queda en Libertad y pensaba con emoción “Oh, esta era la feria a la que yo venía con mi abuelo, donde me dejaba comprar un libro, ahora estoy aquí firmando uno”. Me emociona mucho volver.
EE.UU V/S CHILE
Hablando de espacios, ¿por qué Estados Unidos y no otro país? Me refiero a que te has formado allí, la cultura gringa está siempre presente en tus relatos.
Porque me gustaba mucho el inglés, siempre, desde chica. Era súper nerd, como amaba revisar los libros, cualquiera era dulce para mí (risas) y llegó el de Inglés, mi mamá era traductora al idioma, después me atraía mucho su música. Cuando surgió la posibilidad de formarme en el exterior vi que lo manejaba, las universidades norteamericanas eran súper buenas, quería irme para allá. Ahí se metieron todos los temas que trabajo en mis libros, como los tiroteos. Es súper extraño porque en Chile puedo tener distintos miedos y en mis clases también pero no tengo miedo a que llegue un alumno con una escopeta. Quería mostrar esa otra cara del sueño americano. En este último libro develo más oscuridad, o sea EE.UU tampoco es tan maravilloso. Hay tanto que consumimos de allí, una se tiene que enjuagar el cerebro de todo lo que aprendió de Disney. Esa fricción entre expectativa y realidad me parece un espacio productivo, lo he tratado de confrontar. Además trato mucho la tecnología, su lenguaje es muy gringo, como este mismo medio “zoom meeting”. Vivimos en un mundo con ese zumbido constante de palabras en inglés.
¿Piensas migrar de forma definitiva?
No, me gustaría volver a algo preciso, hacer clases un semestre allí otra vez, pero si no la tecnología me permite estar cerca, los años anteriores siempre trataba de ir por la universidad a alguna conferencia académica y aprovechaba de ver a un montón de personas de mi vida gringa.
En cuanto a Chile, ¿es un país de generaciones dañadas? Te lo pregunto porque en tus libros se ve esta especie de trauma transgeneracional.
Sí, creo que tiene que ver más que con el trauma mismo, con cómo se lidia con él. En Kintsugi lo trabajé en las apariencias, de no querer hablar ciertos temas porque es complicado, lo que termina haciendo daño. Hay mucho tabú con la salud mental, buscar ayuda, ir a terapia. Como esa madre de Kintsugi que no quiere hablar del abandono del padre, lo evita a toda costa. En Chile y todos los países de Latinoamérica han pasado un montón de cosas a nivel histórico/social difíciles, está esa mentalidad de seguir adelante y de concentrarse en otras cosas, ¿por voluntad o porque estamos cansadísimos y no queremos darle vueltas al asunto por varios factores sociales?
También está el no pertenecer, en Una Música Futura alguien quiere pertenecer a la familia de su amiga, en vez de a la propia. Está siempre esa fricción, a veces uno encuentra su lugar en los espacios menos obvios. Lo veo en los jóvenes, les gusta música súper lejana a su experiencia personal, el K-pop, pero es ahí donde se sienten en casa. Por ejemplo no tengo el sueño de la casa propia, para otros el sueño es vivir en comunidad. Me parece importante que la literatura de espacio a esas historias. En uno de los cuentos hay una relación de amistad entre un hombre y una mujer, para mí era importante que fueran solo amigos porque no todo es conseguir una pareja.
Lo que es más cercano a este tiempo.
Sí, en Kintsugi se muestra, por ejemplo, la relación de sobrinas/tías, pues en lo que leía siempre había mujeres esposas, mamás, hijas o abuelas pero nada más. La opción no siempre es la maternidad, una puede tener otro tipo de vínculos afectivos, quizás una lo pueda tener con la hija de una amiga, ahora se van a dar esas relaciones entre esas generaciones, tal vez en el futuro incluso hayan más tías que madres.
O sea, escribes de personajes femeninos, narradoras casi siempre, sobre temas frescos, muy actuales, ¿intentas llegar a ese público de mujeres, me incluyo, insertas en este nuevo contexto bien feminista y reivindicativo?
De nuevo: siempre parte de lo más afectivo y después explota en otra cosa. A mí me interesa más contar la vida de las mujeres, son los mundos a los que yo tiendo naturalmente. Si empiezo a contar algo lo más probable es que el personaje principal sea mujer o narradora. Parte primero de esa pulsión muy personal. Después, cuando estás editando y lo sacas del corazón para meterle más de cabeza, decides y empiezas a jugar. Me pasó que con Kintsugi me criticaron: “Sí, muy bien los personajes femeninos de María José pero qué onda los hombres, los tiene todos botados, son súper secundarios, no pasa nada con ellos”, y no voy hacer un libro de puros hombres porque eso sería hacer una pirueta que no me interesa. Sin embargo, pensé, chuta, de repente podría tratar de escribir algo.
Entonces, en Una Música Futura aparece el cuento “Los tíos” narrado desde el punto de vista del hombre. Pero me interesa mucho más hablar de lo que le pasa a las mujeres porque ya hay demasiado sobre los hombres, también un montón de mujeres escritas por hombres. Me parece importante meterse en la cabeza de ellas, ver lo que piensan, hablar de sus complejidades porque tampoco se trata de idealizarlas y decir que somos todas perfectas, sino meterse en las oscuridades y contradicciones. Honrar eso.
¿Me parece que fue algo barsa que te dijeran “oye pero por qué no estás hablando de hombres”?
En mi caso no sé, es que son comentarios que hacen a Mariana Enriquez también, por ejemplo. Siempre te van a decir algo, a algunos no les gusta que meta palabras en inglés. Lo importante es confiar en una, hacer los cambios que te parezcan. Volviendo a mi metáfora ridícula de los patines, si alguien me dice que vaya hacia atrás, lo puedo intentar o elegir no hacerlo. Me gusta leer los comentarios de los lectores, te desafían. Pero cuando te dicen que los personajes masculinos no están tan bien desarrollados, una dice cuando salgan pensaré: ¿Estoy contándolo o solo es una pincelada? Habrá casos en los que decida no desarrollarlo más, otros sí. Pero no voy a escribir nunca (creo) un libro donde todos sean narradores hombres, no se me da. Entonces, una escribe sola pero espera ver qué pasa cuando sale el libro, sería muy triste sacarlo y silencio.

Es bien colectiva la escritura en realidad.
Absolutamente, parte de un momento muy individual pero después tiene todas estas raíces. Un escribe sola pero luego lo muestra, sale, se reseña, lo distribuyen, te hacen entrevistas. Entonces pasan un montón de cosas y gracias a eso un libro existe. Se genera un efecto de eco muy bonito. Ver qué pasa, no amargarse, aceptar y recibir.
¿Valparaíso seguirá siendo parte de ello, tus planes profesionales/ laborales?
Todo lo que quiera Kindberg conmigo yo feliz. Participé en Puerto Ideas, que se realiza en Valpo. Estoy localizada en Chile, hago clases en la Católica de Santiago pero tengo un gran amor por Viña, Valparaíso, Reñaca, Limache, la Quinta Región en general. Hay muchas cosas de mi vida e infancia que pasaron allí. Siempre que me invitan voy, participé en un taller literario chiquitito en la Qué Leo de Viña, fui librera por un día en la Concreto Azul. No tengo un plan pero estoy abierta porque no me cuesta nada ir, tengo donde quedarme. Me gusta la conversación sobre todo en colegios, se acercan los mundos, los escritores ya no son por un lado los seres raros.
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